JORDI ÁLVAREZ CAULES / Bilbao Abril 2008
Boubacar Cissokho, más conocido entre sus amigos como Buba, es un traductor senegalés de 31 años que vive en Euskadi desde hace una década. Consigue ganarse la vida con trabajos esporádicos de traducción e intérprete, muchos de estos para la policía, gracias a que, como muchos otros africanos, tiene una especial facilidad con los idiomas: habla siete lenguas, entre ellas varios dialectos africanos. Pero Buba, no siempre ha podido trabajar como traductor. Recuerda que nada más aterrizar en el País Vasco comenzó a trabajar como operario forestal, cortando troncos en Lemona, durante un año y dos meses, hasta que un accidente laboral, su sierra mecánica chocó con la de su compañero, y un fragmento de la hoja metálica saltó y le hirió en el cuello, le obligó a dejarlo. La herida fue grave y estuvo dos meses hospitalizado, por suerte, más allá del susto, de este accidente no le quedó ninguna lesión. Un mes después de su salida del hospital encuentra trabajo gracias al CEAR (Centro de Ayuda al Refugiado) de Euskadi, que le facilita un contrato en Asfaltos Fundidos, una empresa con capital vasco y francés, situada en Vitoria, que requería de alguien con su perfil: un francófono con conocimientos en química y contabilidad. Un currículum que Buba traía ya en la mochila desde Senegal.
Buba, es dentro del colectivo africano un privilegiado, pudo emigrar a España en 1998 con un visado de estudiante, al haber solicitado el ingreso, para cursar informática, en la Universidad de Barcelona; y en lo laboral, ha corrido más suerte que muchos de sus compatriotas, siempre ha podido trabajar legalmente, con contrato, y cotizando a la seguridad social. Aunque su primera parada en la península fue Barcelona, Buba, tuvo claro desde el primer momento que quería acabar viviendo en Euskadi. Fueron las expectativas de conseguir un empleo en una región famosa por su industria las que le llevaron finalmente a mudarse al País Vasco, una sociedad que insiste “ha sido la que mejor le ha acogido”.
Una vez en Euskadi ha compatibilizado su trabajo con los estudios, perfeccionando su inglés en academias privadas hasta un nivel muy alto, y aprendiendo español e informática, las inquietudes que le llamaron a para dejar su país.
Sobre su experiencia como inmigrante africano en España destaca que se la imaginaba más dura de lo que está siendo, y opina que los vascos le han tratado “muy formalmente”. Pone como ejemplo la buena acogida que ha tenido entre sus compañeros de estudio “ me han invitado más de 50 veces a comer en sus casas” comenta agradecido. Aunque reconoce que “quizá esto no sea lo normal para el resto de los inmigrantes” y que probablemente “ven algo en mi que les gusta, creo que igual me invitan a sus casas por curiosidad, para conocerme”.
Buba opina que “no hay mafias que controlen esto” y que “es la gente la que arriesga su vida de forma voluntaria. De echo muchos padres de esas personas ni siquiera saben que [sus hijos] van a montar en un cayuco”.
De la situación de los inmigrantes en España, algo que le afecta más directamente, espera que mejore con la reelección del gobierno socialista, aunque cree que “tienen que ir más allá de las palabras, tienen que poner en práctica lo que dicen”.